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Consejo 3. Cambiar la manera de relacionarse

Publicado por Nercy sábado, 7 de noviembre de 2009


¿No sería maravilloso que todos los demás nos trataran amablemente? ¿Cuántas veces al tener que tratar con una persona, por cualquier motivo que sea, te sientes disgustado por la manera en que se dirige a ti? Esto puede cambiar si entiendes un principio muy sencillo: los demás te tratarán de la misma manera que tú los tratas a ellos. Pero no basta con entender este principio: además debes esforzarte por poner en práctica las consecuencias del mismo.
El crecimiento personal no se consigue sin esfuerzo, pero no es un esfuerzo doloroso. No se trata de una dieta para perder veinte kilogramos en un mes comiendo dos lechugas y una zanahoria por día. ¡Los retorcijones que tendrás en el estomago ciertamente no aumentarán tu felicidad! Aquí se trata justamente de todo lo contrario: de que aumentes tu cuota de felicidad, de que cada día te sea un poco más agradable.
Sin embargo, tampoco basta solamente con conocer y entender los principios. Ésta es la causa de la desilusión de mucha gente, que cree que con haber captado un principio del crecimiento ya es suficiente, y, cuando no ven los resultados que esperaban, enseguida abandonan todo pensando que es inútil. Además de haber entendido los principios, que generalmente son muy sencillos, hay que ponerlos en práctica, y éste es el esfuerzo del que hablaba: la persistencia en la práctica diaria de los principios aprendidos.
Con respecto al tema que nos ocupa ahora, contesta la siguiente pregunta: si tu manera de relacionarte con las personas es, a cada uno que encuentras, tirarle una piedra, ¿qué piensas que harán los demás contigo? Obviamente, devolverte la piedra que les has tirado y, tal vez, agregar otra por cuenta propia. En este caso verás un ejemplo de que lo das es lo que recibes.
Piensa un poco: ¿qué es lo que arrojas a las personas que se encuentran contigo? O dicho de otra manera: ¿qué es lo que se desprende de ti cuando haces contacto con un semejante? Si lo que sale de ti es una sensación de rechazo y de disgusto, esto es lo mismo que la otra persona experimentará con respecto a ti. Lo mismo que damos es lo que recibimos. Y acá no cuentan solamente las palabras que digas, sino muchas otras cosas.
Existe un lenguaje que no es verbal, sino corporal. La expresión de la cara es muy importante en este lenguaje, aunque hay otros medios de comunicación no verbal, como la postura del cuerpo. Puedes verbalizar la frase "Buenos días", pero lo que importa no son las palabras (o no solamente las palabras), sino la forma en que lo dices y tu expresión facial en ese momento. Lo que dices sin hablar puede contrarrestar completamente las palabras que pronuncias.
Muchas personas desconocen por completo este aspecto de la comunicación humana, fiándose por entero de las palabras que dicen, y después no entienden los resultados que se producen. ¿Cómo --se preguntan-- si yo lo saludé amablemente, me contesta de esa manera? Es que lo que importa no es lo que se dice, sino cómo se lo dice. La actitud revela más que las palabras, y la gente lo que percibe es la actitud y no las palabras.
Cuando llegamos a este punto podemos preguntarnos porqué ocurre esto de que el lenguaje verbal va en un sentido y el lenguaje corporal va en otro. La respuesta es que el lenguaje corporal es inconsciente en la mayoría de las personas, ya que sólo a través del entrenamiento se consigue controlar tanto el lenguaje hablado como el lenguaje corporal. La mayoría de las personas no tiene un grado de conciencia de su cuerpo suficiente como para controlar lo que éste dice.
Al ser inconsciente el lenguaje corporal, está revelando lo que realmente pensamos. En el progreso de la evolución, el lenguaje hablado es de aparición tardía con respecto al lenguaje corporal. Los animales, que no hablan, se comunican solamente a través de este último. Cuando se encuentran dos perros, no se hablan; se comunican a través del lenguaje de sus cuerpos. Es por esto que el lenguaje corporal tiene preponderancia sobre el lenguaje verbal.
Si una persona te habla cortésmente y al mismo tiempo agita su puño cerrado delante de tu cara, a lo que vas a hacer caso es a este gesto y no a lo que te diga. Esto es así porque inconscientemente vas a suponer que ese gesto representa su real forma de sentir y no lo que te está diciendo. Esto es correcto en la mayor parte de las personas; si su actitud hacia los demás es de hostilidad, ello se traslucirá a través de la capa de urbanidad que representan sus palabras.
Por lo tanto, para evitar que los demás te traten con hostilidad, lo primero que tienes que hacer es eliminar la hostilidad dentro de ti mismo, porque, aunque quieras disfrazarla con muy bonitas palabras, la gente hará caso a lo que realmente sientes y que se percibe a través de tu lenguaje corporal. Y si lo que perciben es hostilidad, pues hostilidad es lo que vas a recibir a cambio.

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